¿Es posible tener demasiado sexo?

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Más de uno quisiera cuestionarse acerca de esto, justamente ahora cuando parece que el tiempo no alcanza ni siquiera para satisfacer nuestras necesidades más primitivas; entiéndase comer, dormir, y por supuesto relacionarse sexualmente. Sin embargo, para muchos hombres y mujeres esta pregunta resulta valiosa, debido a la incompatibilidad en la frecuencia sexual con respecto a su pareja, las cuales suelen venir acompañadas de algún reclamo o acusación por una supuesta obsesión o adicción sexual.

Para bien o para mal, no existe un número de relaciones sexuales normal, perfecto, adecuado o ideal para todo el mundo. Con esto quiero decir que cada relación de pareja determina cuánto es bueno, o perfecto para ellos; dependiendo por supuesto de las frecuencias sexuales de cada uno, nivel de deseo sexual, oportunidades de tiempo y espacio de la cual dispongan; entre otros muchos factores que impactan el tiempo sexual que podemos compartir en pareja.

Una de las herramientas más efectivas para negociar las agendas eróticas en pareja, serían los contratos sexuales. Cuando la pareja cuenta con la suficiente confianza pueden sentarse a conversar y planificar el contrato sexual que están dispuestos a disfrutar por un periodo de tiempo determinado.

El contrato puede definir los días de la semana disponibles para los encuentros sexuales, las prácticas sexuales que cada uno quiere compartir con el otro,  puede también considerar fantasías sexuales, posiciones sexuales, sesiones de películas pornográficas; y cuanto detalle o capricho sexual tenga pendiente satisfacer cada miembro de la pareja.

Además, de permitirnos conversar sobre nuestros gustos y preferencias sexuales lo importante de este contrato, es que nos permite variar la rutina de prácticas sexuales penetrativas incorporando otros guiones eróticos, o románticos que resultan necesarios para fomentar otros aspectos de la relación e imperiosos para el debido descanso de los genitales.

Siempre y cuando la actividad sexual de la pareja o de algún miembro específico no interrumpa otras actividades diarias importantes como el trabajo, estudios, dormir, comer, bañarse, la relación con otras personas, entre otras…; se puede considerar normal. También podemos evaluar la normalidad de nuestra frecuencia sexual, revisando si el nivel de actividad sexual ha generado algún tipo de perturbación física (enfermedades o infecciones recurrentes), o de tipo emocional (aburrimiento, depresión, ansiedad, etc.) para algún miembro de la pareja.

Ahora bien, en el caso de aquellas personas que deseen más bien persuadir a su pareja para aumentar la frecuencia sexual compartida, resulta necesario un chequeo bien honesto de los gustos y preferencias de esta persona, para aprovechar el máximo cada idea o sugerencia aportada, dejando bien claro además lo que NO le gusta, o disfruta para delimitar el campo de acción. Así, podemos alcanzar la meta de aumentar el número de sesiones sexuales, sin que el otro se sienta presionado, forzado, o en el deber de cumplir con una obligación.

Finalmente, siempre va a resultar preferible aprovechar la auto estimulación para lograr satisfacer el exceso de energía sexual, disfrutar los sueños húmedos, recrear escenas eróticas durante el día, y drenar los impulsos sexuales junto al material sexualmente explicito de preferencia; versus la compleja y engorrosa alternativa de la infidelidad.

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