Autoridad y obediencia: aprendizaje para chicos y grandes

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La obediencia es a los hijos, como la autoridad es a los padres. Son dos elementos que se fusionan y depende el uno del otro. En palabras más sencillas: sin la autoridad de los padres no puede haber obediencia de los hijos.

María Bilbao anota en su artículo de sontushijos: “La ausencia de autoridad de los padres, es decir, la ausencia de normas, de límites, de acciones que deben ejecutar, desconcierta a los hijos. Les hace sufrir porque desconocen el camino a seguir. Cuando el niño sabe exactamente lo que se espera de él, conoce los límites y normas que debe cumplir, cuando se le exige acompañado de cariño, el niño SE SIENTE SEGURO, tiene referencias y nosotros por tanto estamos ejerciendo bien la autoridad”.

Ejercer la autoridad es enseñar valores a nuestros hijos, es ayudarles a madurar, es darles los cimientos para toda una vida futura, es formarlos en base al respeto, el amor y cumplimiento de las normas. Muy diferente al autoritarismo, el cual busca imponer sin importar el beneficio de los demás, pues lo hace para demostrar su poder.

Así pues, vemos el papel protagónico que cumple la autoridad en la educación de los hijos, la cual debe iniciarse en el mismo momento en que el ser humano sale del vientre de la madre y culmina una vez los hijos se han ido del hogar a conformar su propia historia familiar.

Consejos para ejercer una autoridad asertiva

En la mayoría de los casos, cuando los hijos no obedecen, se debe a una autoridad mal ejercida o simplemente ausencia de autoridad. Las órdenes, normas y límites deben cumplir algunos requisitos básicos:

Normas claras, directas y puntuales: hay que manejar un lenguaje apto para la edad de cada hijo, de forma que ellos comprendan lo que deben hacer.

Pocas normas al mismo tiempo: para los más pequeños, es necesario impartir una o máximo dos órdenes a la vez. Algunas veces las mamás parecen recitando un poema de tantas exigencias que hacen en una sola frase. La capacidad de los niños, aún no permite digerir todas ellas juntas, por eso se debe enfocar las más importantes.

Establecer límites: horarios de estudio, de descanso y de entretenimiento. Por ejemplo: el tiempo para los videojuegos será de una hora después de hacer los deberes. Terminado ese periodo de tiempo, el juego debe terminar. En el caso de los adolescentes, los padres deben establecer una hora de llegada a casa y exigir su cumplimiento.

Tono de vos: no debe parecer rogando o pidiendo un favor, pero tampoco gritos o exclamaciones violentas. La clave es un tono que denote seguridad y firmeza por parte de los padres.

Contacto visual: siempre que quiera establecer una comunicación directa con sus hijos, mírelos a los ojos fijamente y acomódese a su estatura. De esta forma hay mayor incidencia y se establecen códigos directos que permiten una mejor conexión.

Coherencia de los padres: entre lo que se dice y lo que se hace. Los hijos están en permanente observación de sus padres y captan de inmediato cuando algo falla en ellos.

Cumplir lo que se dice: si amenaza con un castigo y no lo cumple, los hijos no lo seguirán respetando porque saben que sus padres tarde o temprano levantarán la penalidad. Si le dice a su hijo que no puede ver televisión, manténgase en su posición así se presenten lloriqueos y pataletas. Si se comete el error de levantar el castigo, el hijo sabrá que con esa actitud logrará desequilibrar al padre y quebrantar la promesa.

Un punto intermedio: ambos extremos, autoritarismo y permisividad, no son para nada recomendables. En el primero, se presentarán fatales consecuencias como anular la personalidad del hijo, se le dificultará tomar decisiones propias, se volverá una persona sumisa, sin autodominio ni determinación y peor todavía, sentirá temor de sus padres.

¿Por qué no obedecen los hijos?
Como hemos mencionado, cuando los hijos no obedecen es porque algo está fallando en la autoridad de los padres, veamos por qué:
Las órdenes son confusas.
El no cumplimiento de las normas del hogar no llevan a ninguna consecuencia, entonces no tienen sentido su cumplimiento.
Es fácil quebrantar la norma, pues los padres son laxos y terminan cediendo.
Los padres han perdido toda su autoridad frente a los hijos, pues son estos últimos quienes disponen y deciden qué hacer.
Se han presentado situaciones difíciles en la familia (separación de los esposos, muerte cercana, enfermedades, etc.) que hacen bajar la guardia a la autoridad.

Fuente: sontushijos.org

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