La figura del hombre que se alegra de divorciarse, que recupera su ansiada libertad para hacer lo que quiera sólo es fruto del cine.

La realidad es bien distinta según un estudio realizado en Canadá. Todos los hombres que se separaron fueron entrevistados y se llegó a la conclusión de que eran 6 veces más propensos a la depresión que los que tenían pareja.

El bienio posterior a la ruptura se presenta como el peor para la depresión ya que tanto hombres como mujeres sufren sus problemas en este periodo. Tras este espacio de tiempo vuelven a la estabilidad emocional.

También se hizo cierta sociología sobre la sociedad canadiense que arrojaba como resultado que el 2% de los matrimonios sólo duraba dos años. La depresión tras la ruptura era una de las enfermedades más tratadas en el país.

Rompamos pues con el mito de la libertad o de la dorada soltería porque cuando nos unimos con alguien es por amor y no por esclavitud.