Hablar en la cama
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Y no es necesario abrir un foro-debate-con charla-coloquio al final del mismo, en plan “pues a mí me gusta esto o lo de más allá”. No. Esas cosas van surgiendo y, a medida que van surgiendo (haciéndolas y recibiéndolas), deben ser tratadas.
Si, verbigracia, encuentras estremecedor que te chupen el lóbulo de la oreja, háblalo porque, aunque te parezca sorprendente, careces del don de la telepatía (es muy posible que tampoco puedas volar pero, por si acaso, no lo intentes… hoy la cosa va de desilusiones, qué le vamos a hacer) y, si permaneces callado, tu oreja se convertirá en un muslo de pollo progresiva e inexorablemente, mientras tú te retuerces de sufrimiento ante semejante tortura.
Así que, habla, está en tu mano o, mejor dicho, en tu boca pero, por favor, entiende que la cama no es el mejor lugar del mundo para guardar secretos. Para eso ya están las tumbas.
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