
No producen síntomas, pero pueden causar dolor en el abdomen, sensación de cargar peso en la parte inferior de éste, menstruaciones prolongadas y profusas, sangrado e inflamación.
Se diagnostican al hallar cambios en la forma o dimensiones del útero, y su presencia se confirma mediante una ecografía abdominal o transvaginal.
Se clasifican de acuerdo con su localización: los subserosos sobresalen de la pared uterina, los intramurales (los más frecuentes) se desarrollan en la pared uterina propiamente dicha, los submucosos tienden a crecer hacia la cavidad del endometrio y causan menstruaciones muy abundantes.
El tratamiento recomendado consiste en la extracción de los propios miomas o en la extirpación parcial o total del útero y, a veces, de los ovarios. Son cirugías sencillas y requieren un periodo de recuperación reducido.
De no operarse, las complicaciones más comunes son dolor, hemorragias y la compresión de órganos vecinos, misma que suele traer consigo problemas urinarios o digestivos.
De naturaleza benigna, los miomas rara vez se malignizan, sin embargo, pueden provocar problemas de fertilidad o trastornos en el embarazo con amenaza de parto prematuro.
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