¿Dónde está el equilibrio?
8:13En el mundo se discute sobre el real beneficio de las tareas escolares. Mientras hay quienes aseguran que es la única manera de desarrollar hábitos de estudio, disciplina y autonomía, otros acusan una sobrecarga que sólo consigue desmotivar. ¿Cuánto es suficiente? ¿Cuánto es demasiado?
Por cada padre que piensa que su hijo tiene muchas tareas, hay otro que dice que el suyo necesita más. Y es que en este tema, como en tantos otros relacionados con la educación, no hay consenso, sino más bien una larga y permanente experimentación. Es por eso que hoy somos testigos de cómo algunos países intentan erradicar para siempre los deberes escolares en la casa y otros insisten en exigirle a los niños cada vez más. Finalmente, ¿quién tiene la razón? ¿Qué beneficios reportan las tareas escolares?
Se reabre la polémica
Dos libros publicados el 2006 en Estados Unidos volvieron a poner el debate sobre la mesa: “The case against homework”, de Sara Bennett y Nancy Kalish, y “The homework myth”, de Alfie Kohn. Éstos cuestionan el valor de las tareas al plantear que ningún estudio ha podido demostrar su influencia positiva en el desempeño académico de un niño, sobre todo en educación básica. Para los autores, los deberes que los alumnos deben realizar en la casa no hacen más que quitarles tiempo valioso para el juego y para estar con sus familias. Además, señalan que constituyen una sobrecarga para los padres y un factor de estrés familiar.
Pero una cosa es el rendimiento y otra la formación o desarrollo de la persona. Claudia Araya, coordinadora del ciclo de enseñanza básica del Colegio Los Andes (primer lugar Simce y PSU), dice: “Uno lee muchos artículos que señalan que las tareas poco menos que sepultan la vida familiar porque exigen tiempo. Pero yo veo que cuando un niño es atleta, o toca piano, o baila ballet, los padres apoyan los ensayos o entrenamientos porque dan por hecho que tiene que practicar. Sin embargo, pocos se dan cuenta que con la facultad cognitiva ocurre lo mismo: debe reforzarse a diario, porque es una habilidad que, de lo contrario, se pierde”.
Sin embargo, Nancy Kalish (quien además es periodista y mamá) acusa la falta de preparación de los profesores en esta materia. “Si miras los programas, incluso de universidades top como Harvard, te das cuenta que la mayoría no entrena a sus futuros profesores en esa área”, escribe en The Washington Post. Por eso, señala, las tareas no están bien dirigidas ni son de calidad.
Con ella concuerda la educadora chilena Cecilia Hudson, investigadora de la Universidad de los Andes: “El gran error de los colegios y de los profesores es hacer las cosas sin saber por qué. La institución que tiene claro qué tipo de alumno quiere formar tiene claro también cómo hacerlo. Las tareas se enmarcan en esa visión”.
¿Se debieran regular?
En Chile, como en muchas otras partes del mundo, no existe una política sobre las tareas escolares. Según explica Verónica Muñoz, del Ministerio de Educación, son sólo un recurso pedagógico que puede usarse o no. Y si bien en el mundo de los colegios particulares los padres tienen la sensación de que sus hijos son víctimas de una sobrecarga académica, no es la realidad del 80% de los alumnos chilenos que recibe educación municipal, donde muchos colegios tienen como política no mandar tareas. “Los profesores saben que los alumnos en sus casas no tienen espacio ni materiales para hacerlas, y muchas veces los papás tampoco están preparados para ayudarlos”, explica Verónica Muñoz. Por eso prefieren no dar trabajos para la casa.
A juicio de quienes están a favor de las tareas, ahí radica una de las grandes causas de la desigualdad en educación. Harris Cooper, profesor de psicología y neurociencia de la Universidad de Duke, ha investigado los efectos de las tareas en el rendimiento de los alumnos y comparado distintos estudios. Desde Durham, Carolina del Norte, señala a Hacer Familia que “efectivamente hay una relación positiva entre las tareas escolares y el rendimiento académico en la educación básica superior (sexto a octavo básico)”.
Los educadores coinciden en que el objetivo central de las tareas es formar el hábito de trabajo en el niño con el fin de que progresivamente se haga más autónomo. Pero también, dice Cecilia Hudson, desarrollar en ellos la capacidad de esfuerzo. “Está comprobado que esa capacidad de superarse es la que te lleva lejos en la vida, mucho más que las habilidades cognitivas en sí”.
Isabel Martínez, profesora del Colegio Sagrado Corazón Monjas Inglesas, complementa: “Ellas también contribuyen a formar valores como la responsabilidad y el compromiso y favorecen la autorregulación”.
En definitiva, ¿cuánto?
Una conocida regla educacional establece que el tiempo dedicado a las tareas debiera aumentar con la edad. Así, en primero básico debieran ser sólo 10 minutos; en segundo básico, 20; en tercero básico, 30, y así sucesivamente. Recomendación que Harris Cooper asegura está basada en las conclusiones alcanzadas por especialistas tras analizar docenas de estudios. “Los alumnos que hacen sus tareas tienen mejor rendimiento que aquellos que no, pero sólo cuando se trata de cantidades apropiadas para el desarrollo del niño”.
De cualquier forma, los investigadores instan a los profesores a huir de la mirada exitista y competitiva de las tareas escolares. En concreto, plantean:
- El profesor tiene que tener claro el objetivo o sentido de la tarea que va a encargar, el tiempo que debieran tardar en hacerla y el grado de dificultad.
- La tarea no puede estar fuera del espectro de tiempo y capacidad ni del niño ni de sus papás. Lo óptimo es que dejen espacio para que ellos realicen otras actividades, como jugar, hacer deporte, desarrollar un hobby.
- La tarea debe estar en sintonía con lo que se ha pasado en el colegio; no puede ser algo absolutamente nuevo.
- En conjunto, las tareas de un día debieran incluir práctica de matemática, ejercicios de gramática, vocabulario o escritura, y algo de ciencias o historia. Todo en poca cantidad. Es recomendable agregar a esto 10 minutos de lectura.
- La tarea debe corregirse al día siguiente; si no, el niño recibe el mensaje de que da lo mismo si la hizo o no.
- Los proyectos de investigación deben darse con anticipación y estar bien estructurados, ojalá con una pauta de lo que se espera.
- El profesor debe buscar recursos nuevos que hagan las tareas más atractivas para sus alumnos.
- Los profesores deben coordinarse para lograr un equilibrio en los tiempos y tipos de tareas que recibe un curso.
Desde cuándo se debieran enviar tareas a los niños es otra de las grandes interrogantes de los padres. Claudia Araya señala: “Es un error antropológico pensar que éstas deben comenzar cuando son más grandes y que hasta entonces los niños sólo deben jugar, porque hay cosas que uno tiene que enseñar desde siempre. Hábitos como el orden, la laboriosidad, la responsabilidad... Y mientras más chicos, más fácil, porque son más equilibrados emocionalmente”.
Los padres pueden ayudar
La actitud con que los hijos enfrentan las tareas está estrechamente relacionada con la que reflejan sus padres. Por eso:
- Prográmelas. Hay dos períodos durante los cuales los niños pueden hacer sus tareas: inmediatamente después del colegio o antes de comida. “Deje que ellos elijan el momento”, dice Harris Cooper. “Algunos niños realmente necesitan bajar las revoluciones después del colegio, mientras que otros estarán muy cansados si esperan”. Antes de dormir es el único momento en que no se debieran hacer, porque los niños terminan acostándose mucho más tarde de lo que deberían.
- Limite las distracciones. Basta decir algo como: “Una vez que empiezas a hacer la tarea, no paras hasta que la termines, así que anda al baño ahora y come algo ahora”.
- Esté cerca, no encima. Los hijos debieran hacer las tareas solos, pero usted los puede acompañar.
- No les dé las respuestas, pero sí haga preguntas. De esa manera fomentará en ellos la curiosidad y el amor por el conocimiento.
El Padre Alfredo Márquez, L.C., director del Colegio Cumbres, señala que la mejor manera de lograr una aproximación positiva de los niños hacia las tareas es mostrándole a los padres cómo los pueden ayudar: “Les hablamos mucho de la autonomía porque percibimos un afán demasiado grande de apoyar a los hijos, lo que a veces es sobreprotección. Es importante que ellos entiendan que deben formar esa capacidad de realizar los trabajos por sí mismos y no tener miedo a equivocarse, al fracaso, porque echando a perder se aprende”.
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