Sexualidad y embarazo

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¿Le haremos daño al bebe? ¿Por qué me siento tan cansada? ¿Le gustaré? ¿Cómo lo haremos cuando mi barriga sea enorme? ¿Después volveré a sentir como antes? ¿Y si mis genitales no quedan igual? Estas son algunas de las dudas que nos surgen a las mujeres cuando nos enfrentamos a un nuevo período de nuestro ciclo vital: el embarazo.

El embarazo trae consigo una serie de cambios tanto físicos como emocionales, laborales, sociales y cómo no de pareja. A estos los debemos considerar como una más de las adaptaciones que tendremos que hacer a lo largo de nuestra vida sexual. Y esto es precisamente lo que necesitamos durante los primeros meses; adaptarnos tanto física como emocionalmente a esta nueva situación.

Aunque existe una gran variabilidad individual, casi todos los estudios que se han realizado sobre este tema corroboran que durante el primer trimestre gestacional las mujeres sufrimos un descenso del interés y por ende de la actividad sexual. Generalmente, esto se debe a los trastornos físicos que acompañan este período: las náuseas, los vómitos, el mareo, la somnolencia... que no ayudan, precisamente, a tener una magnífica vida sexual.

Pero, como casi todo en la vida, las cosas pasan. Durante el segundo trimestre, puede haber un resurgir del deseo, de la capacidad de excitación y con ello un aumento de nuestras relaciones sexuales. Las hormonas hacen bien su papel y se ocupan de que todos los cambios fisiológicos que se producen durante la excitación estén en marcha. De hecho, existe un aumento de la sensibilidad que puede influir positivamente en nuestra sexualidad. Muchas mujeres relatan que sienten una ligera sensación de excitación genital durante todo el día, que se debe a la presión del bebé sobre nuestra pelvis. Aunque la mayor parte de las veces, los miedos -si es que existen- se centran en si podemos dañar a nuestro bebé en una relación coital, o al miedo de coger una infección genital. Estos miedos son muy reales, aunque no existe ninguna justificación médica que los apoye. Tanto el bebé, que está recubierto por una bolsa amniótica, como la mucosa que se crea en el cuello uterino, protegen a nuestro retoño de cualquier posible malestar.

Nuestro volumen abdominal hará que nuestros comportamientos sexuales se vayan modificando; por ello, experimentar posturas coitales nuevas -sobre todo aquellas que nos hagan sentir más cómodas- será una buena práctica que completará nuestra práctica sexual cuando ya no estemos embarazadas. Además, cualquier otra práctica sexual como la masturbación o el sexo oral pueden ser conductas sexuales muy placenteras que se podrán llevar a cabo durante todo el período gestacional.

Debido en gran parte a este mismo volumen abdominal, hay mujeres que sienten que su aspecto físico no puede resultar muy atractivo. Aunque a la mayor parte de los hombres sí les resulta erótico, estas mujeres pueden ver afectada su autoestima corporal y contribuir con ello a no sentirse tan dispuestas a la práctica del sexo. Hablar siempre es un buen punto de partida y de llegada.

Durante el tercer trimestre del embarazo, las prácticas sexuales vuelven a disminuir. Ya sea por que existe la posibilidad de que durante el orgasmo se produzcan contracciones uterinas que despiertan miedos de un parto prematuro -tanto la prostaglandina del líquido seminal como la liberación de oxitocina durante el orgasmo no son suficientes para provocar la dinámica del parto, ya que se liberan en cantidades ínfimas-, o ya sea por la pesadez del abdomen, nuestro sexo vuelve a quedar reducido a caricias, besos y masajes, que por otra parte se pueden convertir en un muy positivo repertorio erótico y emocional.

Nada nos impide seguir disfrutando de nuestra sexualidad, sólo dependerá de nuestra capacidad afectiva, de nuestro deseo, de la situación emocional que estemos viviendo y cómo no, de nuestra imaginación.

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