¿Amor o pasion?
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Para vivir el amor es necesario aceptar las carencias de ambos
Al estar enamorada se siente una ilusión de plenitud. Una se imagina que nada le falta, y que está en una nube donde todo lo que le interesa está a su alcance. Se puede perder la voluntad junto al amado perdiendo el sentido crítico y se sometiéndose a él. Freud comparó el enamoramiento con la sugestión hipnótica. La percepción de la realidad es distorsionada por la imagen ideal que el enamorado proyecta sobre la otra persona. Por lo general se siente inferior, a disposición de su amor. Este estado provoca una sobreestimación de la persona amada y un empobrecimiento del "yo". La energía vital se halla focalizada en el otro. Nada que no sea él o ella es importante.
Pero no es lo mismo el amor que la pasión. La transformación de la pasión en un amor duradero requiere profundos cambios internos. La persona que vive una pasión niega los defectos y las carencias; sin embargo en el amor se reconocen las debilidades del otro y se le quiere por ellas. Podemos decir que la pasión nos hace altivos, y el amor humildes. La pasión es rápida y el amor se consigue con el día a día. Pero es preciso que en la pareja se hayan aceptado las carencias de ambos.
La vida de pareja se puede comparar con una planta. Requiere luz, cuidado y paciencia: la luz da el conocimiento de algunas características del amor; el cuidado implica darle el tiempo que necesita; y la paciencia, atención y energía. A veces, tras un flechazo, el amor se desvanece muy rápido. En otras ocasiones, crece. Esto depende mucho de la manera en que ambos lleven la relación.
Cuando se vive el amor, tenemos que aceptarnos incompletos y limitados. Esto nos facilitará aceptar los límites de la otra persona y, tras las inevitables decepciones, poder afrontar los necesarios reajustes que la conduzcan al amor. Si aceptamos que siempre nos faltará algo, quizá lo que no nos falte sea el amor. Atrás queda el suponer tenerlo todo cubierto con el amado y así no le pediremos más de lo que nos puede dar. El amor es generoso y no espera de la pareja lo imposible. Tiene más en cuenta al otro en su realidad y en sus limitaciones, pero, para que esto se produzca, tenemos que aceptar las nuestras.
Al estar enamorada se siente una ilusión de plenitud. Una se imagina que nada le falta, y que está en una nube donde todo lo que le interesa está a su alcance. Se puede perder la voluntad junto al amado perdiendo el sentido crítico y se sometiéndose a él. Freud comparó el enamoramiento con la sugestión hipnótica. La percepción de la realidad es distorsionada por la imagen ideal que el enamorado proyecta sobre la otra persona. Por lo general se siente inferior, a disposición de su amor. Este estado provoca una sobreestimación de la persona amada y un empobrecimiento del "yo". La energía vital se halla focalizada en el otro. Nada que no sea él o ella es importante.
Pero no es lo mismo el amor que la pasión. La transformación de la pasión en un amor duradero requiere profundos cambios internos. La persona que vive una pasión niega los defectos y las carencias; sin embargo en el amor se reconocen las debilidades del otro y se le quiere por ellas. Podemos decir que la pasión nos hace altivos, y el amor humildes. La pasión es rápida y el amor se consigue con el día a día. Pero es preciso que en la pareja se hayan aceptado las carencias de ambos.
La vida de pareja se puede comparar con una planta. Requiere luz, cuidado y paciencia: la luz da el conocimiento de algunas características del amor; el cuidado implica darle el tiempo que necesita; y la paciencia, atención y energía. A veces, tras un flechazo, el amor se desvanece muy rápido. En otras ocasiones, crece. Esto depende mucho de la manera en que ambos lleven la relación.
Cuando se vive el amor, tenemos que aceptarnos incompletos y limitados. Esto nos facilitará aceptar los límites de la otra persona y, tras las inevitables decepciones, poder afrontar los necesarios reajustes que la conduzcan al amor. Si aceptamos que siempre nos faltará algo, quizá lo que no nos falte sea el amor. Atrás queda el suponer tenerlo todo cubierto con el amado y así no le pediremos más de lo que nos puede dar. El amor es generoso y no espera de la pareja lo imposible. Tiene más en cuenta al otro en su realidad y en sus limitaciones, pero, para que esto se produzca, tenemos que aceptar las nuestras.
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