El niño marginado por el grupo
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A un niño poco sociable, más bien tímido y que tiende al aislamiento, se le ha venido considerando casi siempre como un niño «educado, obediente y bueno». Pero al llegar a la escuela donde necesariamente tiene que afrontar los primeros contactos sociales, adaptarse a un nuevo ambiente y a personas desconocidas, el niño «bueno» presenta reacciones de pánico y de rechazo al contacto social, a cuanto signifique dejar el refugio del hogar.
Si los padres educadores no actuamos a tiempo, con serenidad pero con firmeza, y enseñamos al pequeño las destrezas sociales necesarias, el aislamiento y la marginación inicial no tardarán tiempo en hacerse crónicos.
Evitar el aislamiento
Si a un niño se le priva de relacionarse con los demás durante los seis-siete primeros años de la vida, es la propia familia quien está propiciando de manera directa la marginación de su propio hijo por el grupo, por las siguientes razones:
El niño aprende las destrezas sociales en la realidad con la práctica del contacto diario con otros niños. El hogar cerrado que aísla al niño del entorno en que vive durante la infancia impide de manera directa el aprendizaje social.
El niño va creciendo pero teme a los demás y también a lo desconocido por su falta de experiencia y ante el temor a no caer bien, a no saber cómo comportarse ante los otros niños por desconocer sus reacciones, 0pta siempre por replegarse en sí mismo y seguir viviendo aislado y en solitario.
Los demás niños caen en la cuenta de que el otro compañero solitario no se acerca a ellos y lo consideran extraño y distinto. No se fían de él y le marginan, le cierran las puertas a la integración. Además lo encuentran un niño soso y asustadizo que considera que los demás niños son malos porque son activos y traviesos.
Como consecuencia de todo ello, ese niño retenido en casa físicamente y súper protegido, no tardará en convertir en algo crónico la inseguridad que siente ante otros niños autónomos y acostumbrados a afrontar por sí mismos ciertas dificultades, incidentes y problemas.
Consecuencias de la sobreprotección
Las experiencias vividas como persona capaz de comunicarse y de responder adecuadamente a los demás ante sus ataques son escasas o nulas en estos niños que, por una parte, desearían saber integrarse con los demás y sentirse aceptados, pero por otra temen y odian a ese grupo fuerte que no le acepta, porque él mismo es quien se margina al no haber aprendido las destrezas sociales que hacen posible la integración en el grupo.
La sobreprotección que algunos padres ejercen sobre sus hijos desde la más tierna infancia y que se manifiesta sobre todo en resolverles todo tipo de problemas y apartarlos de cualquier dificultad, unida a la permanente atención sobre ellos y a darles todos los caprichos, contribuye a hacer crónica la dependencia más absoluta del niño y a impedir el logro de la autonomía suficiente y de la seguridad en sí mismo para relacionarse con los demás e irrumpir con entidad y fuerza propia en el grupo social.
La integración social
Todo niño marginado por el grupo lo es en la medida en que no se ha llevado a cabo de manera gradual la integración social por haber quedado afectado alguno de los siguientes factores:
Aceptación familiar del niño tal como es, permitiendo el desarrollo de su propia individualidad.
Buen nivel de participación en las actividades propias de los sujetos de su misma edad, tanto en la escuela como en el barrio donde vive y juega.
Alto nivel de participación en actividades de ocio, diversión y tiempo libre.
Criterio propio, capacidad de autodeterminación y cierta autonomía personal e independencia.
Vemos pues que, para ayudar a un niño marginado, el primer paso que han de dar los padres y educadores es determinar claramente qué aspectos de la integración están fallando.
En realidad no es posible abordar la integración social del niño y adolescente como un todo. Así, por ejemplo, las exigencias de la situación escolar no son las mismas que las del medio familiar o las del grupo de amigos o las del joven que empieza en un medio laboral o universitario, y las habilidades o destrezas sociales de la relación interpersonal serán también distintas a seguir. Hay situaciones que requieren competencias específicas.
Hay sujetos (niños o adultos) que no disponen de las destrezas precisas para integrarse en determinados ambientes. Otros sujetos sólo logran una adaptación aceptable en ambientes que les proporcionan condiciones claramente facilitadoras de su realización personal, en grupos muy reducidos.
Pautas a seguir
Si analizamos los requisitos necesarios para que se dé la integración, observaremos que han de ser equivalentes al conjunto de habilidades que permitirán al niño un comportamiento acorde con la norma, con la manera de proceder de la mayoría. En consecuencia, si deseamos lograr que el niño se integre en un determinado ambiente es imprescindible:
Para prevenir:
Determina, describe y analiza cuáles son los comportamientos que en ese medio social, en concreto, se precisan para comportarse con normalidad.
De entre los comportamientos seleccionados y descritos, evalúa cuáles son los que el niño ha aprendido y utilizado y cuáles no.
Enséñale aquellas habilidades que aún no ha aprendido y que estimas como necesarias para que se sienta aceptado e integrado en un determinado medio social.
Para integrarlo:
Entrénalo para que aprenda a estar relajado y tranquilo un rato junto a niños que no le rechacen demasiado.
Enséñale a descubrir el punto flaco de cualquier niño y a que tu hijo reconozca y alabe públicamente alguna destreza o virtud de ese chico.
Que aprenda a mantener la calma y la tranquilidad ante los primeros desprecios e insultos y a permanecer junto a los demás demostrándoles que no les teme.
Premia y refuerza los comportamientos de acercamiento al grupo y alaba cada día la conducta de tu hijo en este sentido.
En unas cuantas semanas, con tu ayuda eficaz, la técnica adecuada y la actitud de esfuerzo, tu hijo habrá logrado integrarse en el grupo.
Si los padres educadores no actuamos a tiempo, con serenidad pero con firmeza, y enseñamos al pequeño las destrezas sociales necesarias, el aislamiento y la marginación inicial no tardarán tiempo en hacerse crónicos.
Evitar el aislamiento
Si a un niño se le priva de relacionarse con los demás durante los seis-siete primeros años de la vida, es la propia familia quien está propiciando de manera directa la marginación de su propio hijo por el grupo, por las siguientes razones:
El niño aprende las destrezas sociales en la realidad con la práctica del contacto diario con otros niños. El hogar cerrado que aísla al niño del entorno en que vive durante la infancia impide de manera directa el aprendizaje social.
El niño va creciendo pero teme a los demás y también a lo desconocido por su falta de experiencia y ante el temor a no caer bien, a no saber cómo comportarse ante los otros niños por desconocer sus reacciones, 0pta siempre por replegarse en sí mismo y seguir viviendo aislado y en solitario.
Los demás niños caen en la cuenta de que el otro compañero solitario no se acerca a ellos y lo consideran extraño y distinto. No se fían de él y le marginan, le cierran las puertas a la integración. Además lo encuentran un niño soso y asustadizo que considera que los demás niños son malos porque son activos y traviesos.
Como consecuencia de todo ello, ese niño retenido en casa físicamente y súper protegido, no tardará en convertir en algo crónico la inseguridad que siente ante otros niños autónomos y acostumbrados a afrontar por sí mismos ciertas dificultades, incidentes y problemas.
Consecuencias de la sobreprotección
Las experiencias vividas como persona capaz de comunicarse y de responder adecuadamente a los demás ante sus ataques son escasas o nulas en estos niños que, por una parte, desearían saber integrarse con los demás y sentirse aceptados, pero por otra temen y odian a ese grupo fuerte que no le acepta, porque él mismo es quien se margina al no haber aprendido las destrezas sociales que hacen posible la integración en el grupo.
La sobreprotección que algunos padres ejercen sobre sus hijos desde la más tierna infancia y que se manifiesta sobre todo en resolverles todo tipo de problemas y apartarlos de cualquier dificultad, unida a la permanente atención sobre ellos y a darles todos los caprichos, contribuye a hacer crónica la dependencia más absoluta del niño y a impedir el logro de la autonomía suficiente y de la seguridad en sí mismo para relacionarse con los demás e irrumpir con entidad y fuerza propia en el grupo social.
La integración social
Todo niño marginado por el grupo lo es en la medida en que no se ha llevado a cabo de manera gradual la integración social por haber quedado afectado alguno de los siguientes factores:
Aceptación familiar del niño tal como es, permitiendo el desarrollo de su propia individualidad.
Buen nivel de participación en las actividades propias de los sujetos de su misma edad, tanto en la escuela como en el barrio donde vive y juega.
Alto nivel de participación en actividades de ocio, diversión y tiempo libre.
Criterio propio, capacidad de autodeterminación y cierta autonomía personal e independencia.
Vemos pues que, para ayudar a un niño marginado, el primer paso que han de dar los padres y educadores es determinar claramente qué aspectos de la integración están fallando.
En realidad no es posible abordar la integración social del niño y adolescente como un todo. Así, por ejemplo, las exigencias de la situación escolar no son las mismas que las del medio familiar o las del grupo de amigos o las del joven que empieza en un medio laboral o universitario, y las habilidades o destrezas sociales de la relación interpersonal serán también distintas a seguir. Hay situaciones que requieren competencias específicas.
Hay sujetos (niños o adultos) que no disponen de las destrezas precisas para integrarse en determinados ambientes. Otros sujetos sólo logran una adaptación aceptable en ambientes que les proporcionan condiciones claramente facilitadoras de su realización personal, en grupos muy reducidos.
Pautas a seguir
Si analizamos los requisitos necesarios para que se dé la integración, observaremos que han de ser equivalentes al conjunto de habilidades que permitirán al niño un comportamiento acorde con la norma, con la manera de proceder de la mayoría. En consecuencia, si deseamos lograr que el niño se integre en un determinado ambiente es imprescindible:
Para prevenir:
Determina, describe y analiza cuáles son los comportamientos que en ese medio social, en concreto, se precisan para comportarse con normalidad.
De entre los comportamientos seleccionados y descritos, evalúa cuáles son los que el niño ha aprendido y utilizado y cuáles no.
Enséñale aquellas habilidades que aún no ha aprendido y que estimas como necesarias para que se sienta aceptado e integrado en un determinado medio social.
Para integrarlo:
Entrénalo para que aprenda a estar relajado y tranquilo un rato junto a niños que no le rechacen demasiado.
Enséñale a descubrir el punto flaco de cualquier niño y a que tu hijo reconozca y alabe públicamente alguna destreza o virtud de ese chico.
Que aprenda a mantener la calma y la tranquilidad ante los primeros desprecios e insultos y a permanecer junto a los demás demostrándoles que no les teme.
Premia y refuerza los comportamientos de acercamiento al grupo y alaba cada día la conducta de tu hijo en este sentido.
En unas cuantas semanas, con tu ayuda eficaz, la técnica adecuada y la actitud de esfuerzo, tu hijo habrá logrado integrarse en el grupo.
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